jueves, 4 de octubre de 2007

vampiros entre nosotros

Voy a ver un concierto de Merzbow. Desciendo al sótano donde se va a celebrar, y, en la sala por la que se accede al salón de actos, veo a un japonés inclinado curioso ante un fotomontaje berlinés de Renau y, en un grupo, esperando que se pueda entrar al concierto, me encuentro con Fernando Junquera y Juan Pedro Greyhead. –Hola Fernando –le digo–, ¿sale tu disco de una vez?
El disco acaba de superar todos los contratiempos, ya está listo, y, cuando le pregunto cómo lo consigo, que lo quiero con urgencia, me dice que hable con Juan Pedro, allí presente. Como un mago, Juan Pedro abre su zurrón, me muestra los primeros ejemplares del disco de Negro y me da el numerado con el 3.

En la sala, Masami Akita, vestido de negro y melena lacia, está detrás de dos ordenadores Macintosh y un montón de cables. Eduardo Guillot, sentado a mi lado, me dice –Me encanta, sale con sus gafitas, se sienta... Como si fuera un electricista en paro.

Comienza el ruido en el que zambullirse, pero tras unos minutos intensos, en que me dejo envolver, comienzo a entrar y salir, pensar en otra cosa, recordar el contundente y brutal golpe de ruido orgánico que fue el concierto de Uncertain Nonsense, que programé gracias a Rubén en el Colegio Mayor Luis Vives en octubre de 2000, en el que había sólo una idea, pero una idea precisa (o juste une idée, mais une idée juste, que es mejor según Godard) desarrollada en el tiempo justo. En el concierto de Mezbow, puede que haya idea y media, pero no en la medida justa. Y el mero exceso de ruido poco puede hacer cuando aquí estamos curados de espantos. –Este japo no ha oído nunca una mascletà–, oí decir a alguien mientras abandonaba la sala.

Ayer, vino el instalador de la televisión a mi casa nueva. Desde la mudanza, hace ya más de quince días, había estado en el limbo televisivo, con el aparato apagado en el salón. Una vez el instalador hubo probado la antena nueva y ya solo en casa, encendí la televisión. Apareció Ibarretxe en pantalla. Con un reflejo instantáneo, apreté el botón de apagar del mando a distancia. No me siento con ganas de aguantar ese tipo de ruido. Debe de ser cosa del sabático.