domingo, 31 de mayo de 2015

el canto de los pájaros

“Mirlos, ruiseñores, tórtolas, petirrojos, no sé si juntos o en sus respectivas reservas tribales, acuden al socaire del jardín y dotan a la mañana de una variante de equilibrio perpetuo que se parece a la justicia”, escribe Caballero Bonald en la página 12 de Desaprendizajes, y yo, hace unos días, dejé esas líneas señaladas con una flecha en el margen de la página.
Disiento con respecto a las tórtolas, su zureo no me arrulla, me resulta extraño al canto de los pájaros, y, si tuviera yo que hacer una lista, no faltaría la oropéndola, que sí lo hace, a menudo, en mi jardín. Así que, ahora que vuelvo de él, y esta mañana temprano he sentido allí ese equilibrio inmerso en el canto de los pájaros, busco la marca que dejé en el libro y leo “Mirlos, ruiseñores, oropéndolas, petirrojos...”, dos sílabas más en ese canto.

lunes, 25 de mayo de 2015

elecciones (de las gentes)

Caballero Bonald termina el capítulo de Desaprender que titula igual que el libro, con esta frase:
Todavía estás a tiempo de comenzar a reconstruir tu casa, reescribir tu historia, desaprendiendo al fin lo consabido.
Y como estábamos a tiempo, a ello vamos.

viernes, 15 de mayo de 2015

interpelación

“¿Y qué vas a hacer tú para inhibirte de esa irrupción de algarabías oriundas de estadios, parlamentos, cuarteles, procesiones?” —me interpela José María Caballero Bonald desde la página 40 de Desaprendizajes.

Resistir, vengo haciendo estos últimos años, pero ahora no es tiempo de resistir, sino de ganar —contesto a la página que leo.

(Y, esta vez, significamos porque podemos, le digo de paso a Samuel Beckett).

miércoles, 13 de mayo de 2015

desaprender


Leo Desaprendizajes, el último libro de José María Caballero Bonald, de cuyo Entreguerras hablé hace tres años en las entradas “impunes delincuentes”, “dudas de nuevo” y “no voy, no soy, no estoy”, y recuerdo el texto que leyó Roland Barthes como lección inaugural de su incorporación al Collège de France en 1977, en el que dice que llega un momento en que, quien ha dedicado su vida a la enseñanza y la investigación, comienza a desaprender, a desprenderse de la espuma de los textos escritos y leídos y quedarse con su poso.
Hay una edad en la que uno enseña lo que sabe, pero enseguida le sigue otra edad en la que uno enseña lo que no sabe: eso se llama “investigar”. Ahora viene quizá la edad de otra experiencia: la de desaprender, la de dejar que trabaje la remodelación imprevisible que impone el olvido a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia tiene, creo, un nombre ilustre y anticuado, que osaré tomar aquí, sin complejo alguno, en la propia encrucijada de su etimología: Sapientia: ningún poder, un poco de cordura, un poco de saber y la mayor cantidad posible de sabor.
Y recuerdo también dos versos de T. S. Elliot que he citado a menudo, en los que Elliot se lamenta de lo que, hoy aún más, parece un camino inverso inexorable:
Where is the wisdom we have lost in knowledge?  
Where is the knowledge we have lost in information?
Y me doy cuenta de que en este 2015, con sesenta y siete cumplidos, en esas estoy, desaprendiendo, pero con el poso “de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado” removido, en ebullición, gracias a la irrupción de Podemos, gracias al pensamiento Podemos.