viernes, 30 de noviembre de 2007

zappa, humor, vanguardia, cine (stir, don’t shake –or the other way round?)

Tercera película ayer del ciclo “Rocking your eyes II, Zapping your eyes” en el Colegio Mayor “Luis Vives”. Arrastrado por el empuje de Manuel de la Fuente (www.zappa.es), que las ha traducido al español y subtitulado para la ocasión, la presento, armado con un par de folios, de los que leo lo que sigue:

“La película que vamos a ver hoy dentro del ciclo “Rocking your eyes II, Zapping your eyes”, es la cuarta que realizó Frank Zappa y la segunda no destinada a su estreno en salas de cine, como sí lo fueron 200 Motels, que proyectamos hace dos años en el ciclo “Rocking your eyes” (en retrospectiva “Rocking your eyes I”, aunque entonces no habíamos previsto que hubiera secuelas), y Baby Snakes, con el que abrimos esta secuela dedicada totalmente a Zappa.

Does Humor belong in music recoge parte de un concierto en Nueva York, el 26 de agosto de 1984, en “The Pier”, “El muelle del puerto”, y lo puntúa con fragmentos de entrevistas a Zappa.

Confieso, y me arriesgo a hacerlo ante un público de zappianos, que en 1984 yo había dejado de oír a Zappa. En realidad había dejado de escucharlo hacía ya algunos años, aunque procuraba saber lo que estaba haciendo porque me parecía “interesante”. Sin embargo, hubo una época –tenía entonces sólo un par de docenas de discos, que oía una y otra vez– en que estuve enganchado a las obras de Zappa. Estoy hablando de finales de los sesenta y comienzos de los setenta y los únicos discos suyos que había en mi casa eran Freak Out!, We’re only in it for the money y Uncle meat.

El primer disco de Zappa que tuve entre mis manos, en 1967, fue Freak Out! de The Mother of Invention, y de él usamos una pieza en la película Orfeo filmado en el campo de batalla, que rodamos en 1968 en Valencia Antonio Maenza, Eduardo Hervás, Rafa Ferrando, todos ellos muertos en circunstancias trágicas, como suele decirse, y Maite Larrauri y yo mismo, supervivientes. La película nunca pudo sonorizarse, pero la proyectamos unas pocas veces en sesiones clandestinas convocadas boca a boca, la primera de las cuales fue en el sótano de la librería Viridiana, que entonces estaba en el pasaje Artis. Como la película no tenía banda sonora, la banda sonora la hacíamos en directo. Leíamos un texto a varias voces y poníamos en un tocadiscos portátil los cortes de los discos que habíamos seleccionado, entre ellos, la bajada a los infiernos de la ópera L’Orfeo de Monteverdi, “New York 1963 - America 1968”, del Every one of us de Eric Burdon and the Animals, y “The Return of the Son of the Monster Magnet” del Freak Out! de The Mothers of Invention.

Mi copia de Freak Out! desapareció pronto y me quedé sólo con la compañía de We’re only in it for the money, del que todavía hoy me descubro en ocasiones tarareando en la ducha o por la calle “What’s the ugliest part of your body? / Some say your nose / Some say your tose / But I think it’s your mind / your mind / I think it’s your mind”, y Uncle meat, que machaqué convenientemente en mi tocadiscos, sobre todo su cuarta cara, que ocupa “King Kong” en cinco o seis versiones.

Por cierto, “King Kong” es una de las canciones que aparece, en otra versión, en el disco Live Jam de la Plastic Ono Band de John Lennon y Yoko Ono, que documenta la ocasión en que la Plastic Ono Band se unió a una actuación de The Mother of Invention en 1971 –aunque en ese disco aparece con el título de “Jam Rag” y atribuida a Lennon y Ono, cosas que pasan cuando te juntas con alguien como Yoko Ono, o quizá con el propio Lennon. Era la primera vez que Zappa y Lennon se veían, y parece que lo primero que le dijo Lennon a Zappa fue “No eres tan feo como pensaba” (Lennon quizá hubiera pensado también en otra época que Zappa era “interesante”). Cuenta Zappa que al oír esto pensó que Lennon “tenía sentido del humor” y, por ello, –dice Zappa– “le invité a venir y hacer una jam con nosotros en el Fillmore East”.

El sentido del humor ha sido siempre importante para Zappa. Ese humor que a menudo salva a las vanguardias del solipsismo, y con el que Zappa incluye en la contraportada de We’re only in it for the money, la cita del Edgar Varèse de 1921, “The present day composer refuses to die”, “El compositor de hoy se niega a morir”. De ahí que Zappa titulara esta película Does humor belong in music?¿Tiene cabida el humor en la música? o ¿Hay sitio para el humor en la música?, como ha traducido Manuel de la Fuente–, aprovechando una de las preguntas que le hicieron en una de las entrevistas que aparecen en la película, pregunta a la que responde de inmediato que sí, que por supuesto, como en cualquier aspecto de la vida, y añade: “a no ser que los republicanos nos lo quieran quitar”.

La gira de 1984 de la que procede esta película fue la penúltima de Zappa. Después sólo volvería a montar una gira en 1988 porque eran las elecciones en los EEUU, el último año de Reagan, y Zappa quería intervenir directamente en la campaña electoral.

En la gira de 1984, y en la película que vamos a ver, hay también canciones e intervenciones directamente políticas. Así, oiremos a Zappa decir que para educar a un hijo lo que hay que hacer es sentarle frente a la TV cuando salga Reagan y decirle: “Si ese señor te dice que subas a su coche o te ofrece un caramelo o te dice que vayas a luchar a Nicaragua, le dices que no”. Y le oiremos explicar que él ha tenido problemas en su carrera porque no es ni republicano ni demócrata, ni un fanático religioso. Pero también hay canciones políticamente incorrectas sobre los estereotipos sexuales (“Bobby Brown”, “He’s So Gay”) o sobre los rituales de las relaciones de pareja y sexuales (“Babe, Don’t You Want A Man Like Me?”), y críticas a la industria musical (“Tinseltown Rebellion”, “Be In My Video”), y el concierto acaba con una versión de los Allman Brothers (“Whipping Post”), el poste al que se ataba a los esclavos para azotarlos, al que en esa pieza de rock sudista se ve atado el chico engañado por la chica.

Os propongo, ya sin más preámbulo, ver y escuchar esta película, y a la salida difundir su sentido del humor políticamente incorrecto. Es una buena arma para los tiempos que corren.”

en pausa

Tengo este blog abandonado: “elepé en pausa” en pausa, elepé en pausa al cuadrado.

sábado, 10 de noviembre de 2007

hacerse mayor: 2. cumplir años redondos

No sé cuántos años tiene Margo Glantz. En la presentación de su libro Saña, editado por Pre-Textos, en el Colegio Mayor Rector Peset, por un par de veces oigo que tiene “ehem años”. Curiosa coquetería para quien acaba ese libro, fechado en Coyoacán, México D. F., 2003-2007, con un texto que titula “Integridad”, en el que escribe: “las cosas importantes jamás deberían permanecer inconclusas. Basta ensañarse para lograrlo”.

Cuando yo cumplí cincuenta años, hice una cinta, que titulé Long Play at March 24, 1998, en la que además del tópico rockero “Too old to rock ’n’ roll, too young to die” de Jethro Tull,
y el tópico pop del final del verano “When I grow up to be a man” de Brian Wilson, en la que los coros van avanzando años “fourteen, fifteen / sixteen, seventeen / […]” y a partir de los veintitantos alternan el recuento con el lamento “Won't last forever / It’s kind of sad”, incluí la letanía de deseos (“May your wishes all come true / […] May your hands always be busy / […] May your heart always be joyful”) que Dylan resumió en “May you stay forever young”.

“Young at heart”, que le sirvió a Frank Sinatra para su retorno triunfal en 1953 a las listas de éxitos, también está, y juega con esa nostalgia de la juventud que se oculta bajo la idea consoladora de que lo importante es ser joven de corazón, todo entonces es posible, “fairy tales can come true”. Pero la canción que abría la cinta era “I’m glad I’m not young anymore”, que Maurice Chevalier cantaba en Gigi, celebrando no ser joven, por fin, como una liberación: “How lovely to sit here in the shade / With none of the woes of man and maid”.

Además habían caído en la cinta, por esa combinación de azar y necesidad que se produce como efecto del buceo en la memoria mientras se recorren con la vista y con los dedos las estanterías de discos, “Rock ’n’ roll attitude”, que Michel Berger escribió para Johnny Halliday, “Old before I die” de Robbie Williams, la tautológica “I’m older now” (much older than I was when I was young), de Jay-Jay Johanson, y, por una peripecia personal aún reciente en 1998, “Señora del mar” de Juan Perro.

La versión de Tony Bennet & Bill Evans de “Young and foolish”, seguida de “Amor de loca juventud” por Compay Segundo y sus Muchachos con Ry Cooder, dan vueltas a otra nostalgia de la juventud, la de un tiempo alocado perdido; mientras que “It was a very good year”, en versión, de nuevo, de Sinatra, recorre tiempos gozosos a la largo de toda una biografía, y Jean Gabin repasa lo que se dice saber y cómo se dice, en la juventud, “Je sais, je sais, je sais”, y a los sesenta, “Maintenant je sais, je sais qu’on ne sait jamais”.

No puedo volver a oír esa cinta, porque mi pletina Nakamichi hace tiempo que no funciona. Mi próximo cumpleaños ya serán sesenta y estaré de sabático –y no sé si hay razón o pretexto para acabar con los números redondos.

martes, 6 de noviembre de 2007

hacerse mayor: 1. el hombre del salto

–Qué major m’he fet!–, me dijo Landete en el camerino después del concierto que tituló L’experiència gratificant.
De esto hace ya un mes, y ese “hacerse mayor” me ha estado acechando desde entonces.

Por la ventana de casa de Paco de la Torre entra un lamento prolongado, un gemido. Le pregunto qué es. –Viene de aquí al lado. Hay enfermos de Alzeimher –me contesta. Como mi cara es de sorpresa, continúa –No intentan que callen. Les dejan seguir. Parece que así se agotan.

Alguien, no Georges Perec, me dice: “Me acuerdo del día en que mi padre me llevó a la estación de San Lázaro”. Y luego: “Este tío vivió ciento siete años”.

En El hombre del salto de Don DeLillo leo: “Era el tipo de hombre que aún no es viejo, si se miden los años con precisión, pero que lleva encima algo más que el duro peso de la edad”. Y luego: “–El segundo avión, para cuando aparece el segundo avión –dijo él–, ya somos todos un poco más viejos y sabemos más”.

En la Nau me encuentro con el cartel de Renau del trampolín de la piscina de las Arenas, y me acuerdo del día en que el más alto se desplomó, atiborrado de gente, sobre los que estaban sentados en el borde. No sé cuándo fue, pero no puedo olvidar la sangre y los gritos, el ruido del golpe; mi patada en el trampolín antes de zambullirme, la salida a la superficie, con el trampolín detrás de mí ya dentro del agua. Yo fui el último en saltar.

jueves, 4 de octubre de 2007

vampiros entre nosotros

Voy a ver un concierto de Merzbow. Desciendo al sótano donde se va a celebrar, y, en la sala por la que se accede al salón de actos, veo a un japonés inclinado curioso ante un fotomontaje berlinés de Renau y, en un grupo, esperando que se pueda entrar al concierto, me encuentro con Fernando Junquera y Juan Pedro Greyhead. –Hola Fernando –le digo–, ¿sale tu disco de una vez?
El disco acaba de superar todos los contratiempos, ya está listo, y, cuando le pregunto cómo lo consigo, que lo quiero con urgencia, me dice que hable con Juan Pedro, allí presente. Como un mago, Juan Pedro abre su zurrón, me muestra los primeros ejemplares del disco de Negro y me da el numerado con el 3.

En la sala, Masami Akita, vestido de negro y melena lacia, está detrás de dos ordenadores Macintosh y un montón de cables. Eduardo Guillot, sentado a mi lado, me dice –Me encanta, sale con sus gafitas, se sienta... Como si fuera un electricista en paro.

Comienza el ruido en el que zambullirse, pero tras unos minutos intensos, en que me dejo envolver, comienzo a entrar y salir, pensar en otra cosa, recordar el contundente y brutal golpe de ruido orgánico que fue el concierto de Uncertain Nonsense, que programé gracias a Rubén en el Colegio Mayor Luis Vives en octubre de 2000, en el que había sólo una idea, pero una idea precisa (o juste une idée, mais une idée juste, que es mejor según Godard) desarrollada en el tiempo justo. En el concierto de Mezbow, puede que haya idea y media, pero no en la medida justa. Y el mero exceso de ruido poco puede hacer cuando aquí estamos curados de espantos. –Este japo no ha oído nunca una mascletà–, oí decir a alguien mientras abandonaba la sala.

Ayer, vino el instalador de la televisión a mi casa nueva. Desde la mudanza, hace ya más de quince días, había estado en el limbo televisivo, con el aparato apagado en el salón. Una vez el instalador hubo probado la antena nueva y ya solo en casa, encendí la televisión. Apareció Ibarretxe en pantalla. Con un reflejo instantáneo, apreté el botón de apagar del mando a distancia. No me siento con ganas de aguantar ese tipo de ruido. Debe de ser cosa del sabático.

domingo, 30 de septiembre de 2007

el taxista que lee a Céline

Ayer, sexto día de sabático, salía de comprar destornilladores y tornillos, con prisa, porque se me había hecho tarde para llegar a tiempo andando a la asamblea de la Sociedad que presidí hasta hace un año. En la parada de taxis, el conductor del primero estaba fuera, apoyado en la puerta, leyendo un libro.
–Lamento interrumpirle –le digo, no sin cierta sorpresa–, ¿nos vamos?
Asiente con un gesto y, cuando cierra el libro, veo en la portada escrito: Céline. Totalmente sorprendido, estuve a punto de pedirle, como cantaba Pau Riba en Dioptría: “Taxista, porta’m al cel / és que busco feina...”, por si acaso.

viernes, 28 de septiembre de 2007

zambullida

Me sugiere Helena que abra un blog ya que estoy de sabático. Me da incluso un título. ¿Cómo no voy a hacerle caso? Aquí estoy pues escribiendo no sé a quién.