miércoles, 23 de septiembre de 2009

freud en mi memoria

Me sorprende el centenario de la muerte de Freud releyendo el caso del pequeño Hans. Nunca tendrá para mí Freud la imagen de Montgomery Clift, que le dio John Huston, sino la de las portadas de Daniel Gil para La interpretación de los sueños en Alianza de bolsillo, una de sus fotos más conocidas, pasada por un filtro psicodélico


Perdí todos mis libros de Freud, y freudianos, en la división de una biblioteca elaborada a lo largo de treinta años, en la que cayeron del otro lado. Los que fueron apareciendo en Alianza de bolsillo con portadas de Daniel Gil, y los de ediciones antiguas en Biblioteca Nueva, unos de tapas grises, otros no recuerdo encuadernados cómo; la biografía de Jones, en Ediciones de Bolsillo, creo, y el diccionario de Laplanche y Pontalis y todo el desvarío francés; también Jung, Reich y otros heterodoxos. “Hijos de Marx, Freud y Rimbaud” nos proclamábamos en el 68, y a mí me tocó Marx en el reparto.

Desde entonces, más de una vez he pensado en comprar alguno de los de Alianza de bolsillo, pero, al encontrármelos como son ahora, con esas portadas brillantes y anodinas que han substituido a las de Daniel Gil, mi deseo de restañar la pérdida se diluía. Sólo hace un mes, al querer realmente releer a Freud y no recuperar objetos perdidos, compré unos volúmenes de la edición de las Obras completas, hecha por James Strachey y traducida al español en la editorial Amorrortu. Feo diseño, pero edición canónica, aunque me rechine que el traductor haya decidido que el inconsciente pierda la ese, y sea ahora sólo “inconciente”, esa pereza del lenguaje que tanto irritaba a Jorge Luis Borges, por temer tener que oír algún día a alguien diciendo Kiplingo.

Lo que no he perdido es una caja de zapatos con lo que escribí en mi año y tres meses de internamiento militar en el Ferrol del Caudillo, tiempo muerto en el que, de la mano de la literatura freudiana que leía en el encierro, llené de autoficción, ese género hoy de moda, libretas de gusanillo de hojas de papel cuadridulado, que arrancaba para enviar por correo a Valencia.

He tenido abandonado este blog “elepé en pausa” mucho tiempo, quizá porque no he estado en pausa, y ya decía Freud en Más allá del principio del placer, lo acabo de releer, que “el aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él”. Freud no es rock ‘n’ roll.

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