sábado, 26 de julio de 2008

i (still) wanna be a rock star (my way…)

Ahora que he estado actuando en un par de congresos, alguien me dice que se alegra de que aumente mi popularidad.

Bueno, la mía es una popularidad de pacotilla. Quise ser una estrella del rock ‘n’ roll, pero no quise presentarme a Operación Triunfo... O “salí por fortuna y me traje bisontes”, como decía una canción de Felpudo Tos, que usé como lema con ocasión de mi quincuagésimo cumpleaños, al que invité a una numerosa tropa, en un momento en que había caído sin paracaídas en una nueva vida.

Y apenas he cultivado esa brizna de laurel. Es decir que me acuerdo de unos versos de esos que a veces me sorprendo canturreando: “refusant d’acquitter / la rançon de la gloir’ / sur mon brin de laurier / je dormais comme un loir”.

Los versos son de la canción de Georges Brassens “Les trompettes de la renommée”. No estaban, sin embargo, en el primer disco que tuve de Georges Brassens, un EP de cuatro canciones, que me regaló mi madre en los muy primeros sesenta, sin que ella pudiera ser consciente de que iba a desencadenar un profundo cambio en mi vida.

Ese EP, que aún conservo y cuya portada, reproducida en gran tamaño, colgué en una pared del comedor del Colegio Mayor Luis Vives, me traía “Chanson pour l’auvergnat”, “La prière”, “La jolie fleure” y “La mauvaise réputation”, y ahí me encontré con versos que me reconfortaron en mi soledad de adolescente más preocupado por la poesía, la literatura o la filosofía, que el fútbol, los coches y las chicas: “Au village, sans prétention, / j’ai mauvaise réputation. / Qu’je m’démène ou qu’je reste coi / je pass’ pour un je-ne-sais-quoi!”.

Pero sobre todo me descubrió que en España había cosas prohibidas: quise comprarme algún otro disco de Brassens, y la encargada de la sección de discos de la tienda de electrodomésticos Alejandro Soler me dijo, no había nadie delante, que todos sus discos estaban prohibidos en España. Y añadió, también sin alzar la voz, que, si me gustaba, ella me recomendaba a un cantante catalán, Josep Maria Espinàs, que acababa de grabar un disco con cuatro canciones de Brassens traducidas al catalán. Así empecé a saber que el régimen de Franco era una dictadura. (Luego seguí a esa dependienta iniciática de tienda en tienda, Guateque fue una de ellas, y el altillo de la librería que se abrió en calle Soledad, recayente a la plaza del Patriarca, la última, antes de que se marchara a Ibiza con el cantante de los Bodgies, pero ésa es otra historia.)

A partir de entonces comencé a labrarme una sólida mala reputación, yendo a contracorriente, a pesar de la advertencia de Brassens, en la canción en cuestión, “Mais les brav’s gens n’aiment pas que / l’on suive une autre route qu’eux” (a la que, por cierto, él hizo caso omiso toda su vida). Y persevero, que decía Lacan.

2 comentarios:

Alatriste dijo...

Bonita prosa la tuya. He caido en tu blogg de casualidad, y siento curiosidad por saber quien eres, ya que supongo que nos conocemos. Yo soy Frankie de Los Bodgies, no se si me recordaras.. igual si... en fin, si quieres recordar viejos tiempos, silba
Un abrazo

joan dijo...

Yo si que me acuerdo de ti, me acuerdo del Centro Cultural de El Momia,Chorly,Arevalo(el pequeño)Andy, Leny,Tony el Patillas, El Greco y algunos mas, me acuerdo como de un sotano donde tenian el casál la Parreta se montó el Cub 29 creo que ya pasó mucho tiempo.