
Lo acabo de terminar, y ya no lo tendré más en la mesilla de noche mientras duermo.
Me queda de él el pánico del protagonista, cuando lo que le dice alguien al pasar pone en duda lo más profundo de sus convicciones.
“–¿Qué te pasa? –me dijo–. ¿Te has quedado sin manos?
¿Sin manos?, díjeme entre mí, sabiéndolas en mis bolsillos […]
Inseguro de mí mismo, de mi memoria, saqué las manos del bolsillo y las miré.
Efectivamente, aún pendían de mis brazos, pero la emoción era demasiado grande para asegurarme de tanta verdad y miré las manos largo tiempo.”
Wittgenstein no sé si leyó a este vizconde de Lazcano Tegui.
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